jueves, 17 de marzo de 2011
viernes, 21 de enero de 2011
Lo que le pedí a DIOS
"DIOS, estoy aquí. No se si existes o no. Ahora ya no se nada. Antes cuando creía en tí era mas feliz. Se que la fe es un Don y bueno, si no lo tengo, no lo tengo. De cualquier forma, por favor, si estas ahí y me escuchas, ENSEÑAME EL CAMINO DE VUELTA A CASA"
Y La verdad es que creo que me lo está enseñando. La vida me ha puestoante distintas situaciones que me han hecho volver a ir a la iglesia y pedirle que me ayudase. Hoy estoy convencida de que ASÍ HA SIDO
- Le pedi que me ayudase a ayudar a Marta, TGD de mi anterior curro. Y PUDE CON ELLO
- Le pedí que me mandase gente con la que compartir mi "rara Fe" y aparecieron en la vida de Gonzalo Tito y Leti; con los que comenzamos el grupo de ENCUENTROS, al que se unieron Ricardo, Belen, Víctor y Ana.
- Le pedí que Salvara a mi familia en la crisis del Verano de 2009. Y hoy estoy más enamorada que nunca de Gonzalo. Nuestra relación ha cambiado por completo, ahora soy más feliz. Me siento AMADA con mayúsculas, como a mi me gustaba escribir cuando era adolescente. Y por fín he logrado comprender todo el AMOR que me derrama. Hoy le acepto tal y como es. Porque es magnífico y maravilloso.
viernes, 1 de enero de 2010
Jesús de Nazaret
Hombre adelantado a su tiempo, misterioso y difícil de entender. Me acabo de leer a Mateo, 16, y la verdad es que, si no fuera por mi culturilla anterior, no entendería nada. ¿Por qué a veces nos lo pones tan difícil?
sábado, 12 de diciembre de 2009
¿Quién decís que soy YO?
Hace dos mil años un hombre formuló esta pregunta a un grupo de amigos (Evangelio de San Marcos 8, 27). Y la historia no ha terminado aún de responderla. El que preguntaba era simplemente un aldeano que hablaba a un grupo de pescadores. Nada hacía sospechar que se tratara de alguien importante. Vestía pobremente. Él y los que le rodeaban eran gente sin cultura, sin lo que el mundo llama “cultura”. No poseían títulos ni apoyos. No tenían dinero ni posibilidades de adquirirlo. No contaban con armas ni con poder alguno. Eran todos ellos jóvenes, poco más que unos muchachos, y dos de ellos –uno precisamente el que hacía la pregunta- morirían antes de dos años con las más violentas de las muertes. Todos los demás acabarían, no mucho después, en la cruz o bajo la espada. Eran, ya desde el principio y lo serían siempre, odiados por los poderosos. Pero tampoco los pobres terminaban de entender lo que aquel hombre y sus doce amigos predicaban. Era, efectivamente, un incomprendido.
Los violentos le encontraban débil y manso. Los custodios del orden le juzgaban, en cambio, violento y peligroso. Los cultos le despreciaban y le temían. Los poderosos se reían de su locura.
Había dedicado toda su vida a Dios, pero los ministros oficiales de la religión de su pueblo le veían como un blasfemo y un enemigo del cielo. Eran ciertamente muchos los que le seguían por los caminos cuando predicaba, pero a la mayor parte les interesaban más los gestos asombrosos que hacía o el pan que les repartía que todas las palabras que salían de sus labios. De hecho todos le abandonaron cuando sobre su cabeza rugió la tormenta de la persecución de los poderosos y sólo su madre y tres o cuatro amigos más le acompañaron en su agonía.
La tarde de aquel viernes, cuando la losa de un sepulcro prestado se cerró sobre su cuerpo, nadie habría dado un céntimo por su memoria, nadie habría podido sospechar que su recuerdo perduraría en algún sitio, fuera del corazón de aquella pobre mujer –su madre- que probablemente se hundiría en el silencio del olvido, de la noche y de la soledad.
Y... sin embargo, veinte siglos después, la historia sigue girando en torno a aquel hombre. Los historiadores –aún los más opuestos a él- siguen diciendo que tal hecho o tal batalla ocurrió tantos o cuantos años antes o después de él. Media humanidad, cuando se pregunta por sus creencias, sigue usando su nombre para denominarse. Dos mil años después de su vida y muerte, se siguen escribiendo cada año más de mil volúmenes sobre su persona y doctrina. Su historia ha servido como inspiración para, al menos, la mitad de todo el arte que ha producido el mundo desde que él vino a la tierra. Y, cada año, decenas de miles de hombres y mujeres dejan todo – sus familias, sus costumbres, tal vez hasta su patria- para seguirle enteramente, como aquellos doce primeros amigos.
¿Quién, quién es este hombre por quien tantos han muerto, a quien tantos han amado hasta la locura y en cuyo nombre se han hecho también -¡ay!- tantas violencias? Desde hace dos mil años, su nombre ha estado en boca de millones de agonizantes, como una esperanza, y de millares de mártires, como un orgullo. ¡Cuántos han sido encarcelados y atormentados, cuántos han muerto sólo por proclamarse seguidores suyos! Y también -¡ay! ¡cuántos han sido obligados a creer en él con riesgo de sus vidas, cuantos tiranos han levantado su nombre como una bandera para justificar sus intereses o sus dogmas personales! Su doctrina, paradójicamente, inflamó el corazón de los santos y las hogueras de
¿Quién es, pues, este personaje que parece llamar a la entrega total o al odio frontal, este personaje que cruza de medio a medio la historia como una espada ardiente y cuyo nombre –o cuya falsificación- produce frutos tan opuestos de amor o de sangre, de locura magnífica o de vulgaridad? ¿Quién es y qué hemos hacho de él, cómo hemos usado o traicionado su voz, qué jugo misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? ¿Es fuego o es opio? ¿Es bálsamo que cura, espada que hiere o morfina que adormila? ¿Quién es? ¿Quién es? Pienso que el hombre que no ha respondido a esta pregunta puede estar seguro de que aún no ha comenzado a vivir. Gandhi escribió una vez: “Yo digo a los hindúes que su vida será imperfecta si no estudian respetuosamente la vida de Jesús”. ¿Y qué pensar entonces de los cristianos -¿cuántos, Dios mío? – que todo lo desconocen de él, que dicen amarle, pero jamás le han conocido personalmente?
Y es una pregunta que urge contestar porque, si él es lo que dijo de sí mismo, si él es lo que dicen de él sus discípulos, ser hombre es algo muy distinto de lo que nos imaginamos, mucho más importante de lo que creemos. Porque si Dios ha sido hombre, se ha hecho hombre, gira toda la condición humana. Si, en cambio, él hubiera sido un embaucador o un loco, media humanidad estaría perdiendo la mitad de sus vidas.
Conocerle no es una curiosidad. Es mucho más que un fenómeno de la cultura. Es algo que pone en juego nuestra existencia. Porque con Jesús no ocurre como con otros personajes de la historia. Que César pasara el Rubicón o no lo pasara, es un hecho que puede ser verdad o mentira, pero que en nada cambia el sentido de mi vida. Que Carlos V fuera emperador de Alemania o de Rusia, nada tiene que ver con mi salvación como hombre. Que Napoleón muriera derrotado en Elba o que llegara siendo emperador al final de sus días no moverá hoy a un solo ser humano a dejar su casa, su comodidad y su amor y marcharse a hablar de él a una aldehuela del corazón de Africa.
Pero Jesús no, Jesús exige respuestas absolutas. Él asegura que, creyendo en él, el hombre salva su vida e ignorándole, la pierde. Este hombre se presenta como el camino, la verdad y la vida (Juan 14,6). Por tanto –si esto es verdad- nuestro camino, nuestra vida, cambian según sea nuestra respuesta a la pregunta sobre su persona. ¿Y cómo responder sin conocerle, sin haberse acercado a su historia, sin contemplar los entresijos de su alma, sin haber leído y releído sus palabras?
J. L. Marín Descalzo: Vida y misterio de Jesús de Nazaret.
Quien es Jesus para mí
domingo, 21 de junio de 2009
Hallazgo
Yo sentía un no sé qué,
una ansiedad, un anhelo,
un impulso para el vuelo
nadando sin hacer pie
una luz que no se ve
una aspiración de altura,
y sin forma ni figura
un desconocido amor
que escondía en mi dolor
el gozo de la hermosura
Y como AMOR me apremiaba,
en amores me perdía
y siempre al final sufría
porque me desengañaba.
El placer se evaporaba
y me quedaba el vacío
y como el agua del río
que fluye a la mar buscando,
yo me estaba desangrando
en este delirio mío.
Buscaba por los caminos,
por bazares y almacenes,
por los coches y ls trenes,
las rutas y los destinos;
en el sabor de los vinos,
en los campos y en los mares
en la paz de los hogares
y en el bullicio y las fiestas,
en preguntas, en respuestas
en el son de mis cantares.
Buscaba sin saber qué
sin saber cómo ni dóndo
algo que siempre se esconde
y casi nadie lo ve.
Vine a buscarlo en la fe.
Me deshacía en mi llanto.
Y al fin, por buscarlo tanto,
encontré lo que buscaba:
un amor que no se acaba
y una dicha sin quebranto.
¡Mirad si no es necedad
ponerle puestas al viento,
barreras al sentimiento,
horas a la Eternidad!
Con Dios y mi libertad
pude al fin alzar el vuelo
y perdiéndome en el cielo,
en un suspiro, en un grito,
saciar en el Infinito
esa ansiedad, ese anhelo.
Mª Ángeles Gómez Pascual.
“La piedra y el aire” ADL
Contribución de Mayte
lunes, 11 de mayo de 2009
Los Baobabs
En efecto, en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas. Por consiguiente, de buenas semillas salían buenas hierbas y de las semillas malas, hierbas malas. Pero las semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra, hasta que un buen día una de ellas tiene la fantasía de despertarse. Entonces se alarga extendiendo hacia el sol, primero tímidamente, una encantadora ramita inofensiva. Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la puede dejar que crezca como quiera. Pero si se trata de una mala hierba, es preciso arrancarla inmediatamente en cuanto uno ha sabido reconocerla. En el planeta del principito había semillas terribles… como las semillas del baobab. El suelo del planeta está infestado de ellas. Si un baobab no se arranca a tiempo, no hay manera de desembarazarse de él más tarde; cubre todo el planeta y lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs son numerosos, lo hacen estallar.
Belén
El equilibrio
El mandala de los sueños
Encuentros
Como cada cierto tiempo en mi vida, se produce un negro vacío, una duda, un abismo que me hace sentir perdida y sin dirección; sin saber nada y dudando de todo. Tras ese profundo abismo nace una etapa de búsqueda, de pedir la luz, de una señal…
A veces, para encontrarse hay que estar perdido y saber iniciar esa apertura del corazón que es necesaria para encontrar y encontrarse.
ENCUENTROS….es una maravillosa palabra que hace que te salte el corazón en el pecho, como cuando encuentras algo que estabas buscando.
ENCONTRARSE y tener encuentros con otros, significa estar abierto a ver las señales, sentirte desnudo y vulnerable, y aún así, dejarte ver.
ENCONTRARSE CON EL OTRO es la felicidad de saber que este camino, también hay otras personas que lo recorren y tal vez lo hacen en soledad.
ENCUENTROS… es saber, desde muy dentro, la inmensa fuerza que te da, que otro ser humano camine a tu lado y quiera formar parte o hacer parte del camino contigo.
Cuando me encuentro con el alma del anciano que espera la muerte, con sus miedos, con sus dudas, con su historia…. Me vacío de mi para ser su escucha, y mágicamente, sin quererlo, entonces me encuentro….
Cuando me encuentro con los sueños de mis chicos y chicas de Educación especial, que anhela ser como todos, queridos con todo y por todo; con sus sueños simples y mágicos…
Entonces, mi alma salta de alegría, porque he encontrado sentido, en un segundo, a la rutina de mis días.
Cuando me encuentro con la sonrisa de los hombres y mujeres de “San Miguel”, con sus curiosidad y con sus lágrimas incontroladas, con su frustración y su lucha… Entonces me vuelvo a vaciar para encontrarles, y que mi presencia les aporte ese pequeño motivo para esperar a mañana….Porque tal vez mañana, se encuentren con alguien.
Y cuando me encuentro con otros seres humanos, que como yo, o como ellos mismos buscan con quien compartir, oración, emoción, alegría y fe… Entonces, respiro profundo y me lanzo a
un encuentro, en el que me vacío de mi, para escuchar el alma del otro.
Tal vez no podía encontrar porque estaba demasiado llena de orgullo o de vanidad, para dejar mi alma vacía de mi y poder así experimentar el gozo de un ENCUENTRO.